¿Alguna vez te has preguntado qué es lo que extrañas de la gente que ya no está más en tu vida?
A veces extrañamos a la persona, pero la verdad, siendo muy honestas, es la menor cantidad de veces. Lo que solemos extrañar más es cómo nos sentíamos con esa persona… es decir, lo que pasaba dentro de nosotras. La felicidad que nos llenaba al verle o tocarle y la paz que nos daba.
Y eso está bien. De hecho, parte del duelo tiene que ver con la reorganización de nuestra vida a partir de estos cambios que tienen que ver con la persona que se va: Ya sea que alguien fallezca o se vaya, nuestra vida empieza a acomodarse de una nueva forma.
Al ir llenando de nuevo esos espacios es lo que hace que la situación sea más dolorosa. Dicen en constelaciones que las estructuras familiares o personales no admiten espacios vacíos y esto quiere decir que cuando alguien falta (o se siente que hace falta) nuestra mente y la misma estructura va a hacer lo posible por sustituir ese vacío. Es decir, le va a dar a otro miembro de la familia las funciones de la persona que ya no está: Acostumbrarte a hacer cosas sin esa persona por la razón que sea no es nada fácil.
Parte de extrañar a la gente también tiene que ver con dejarla ir. Cuando una persona fallece a veces es más sencillo porque, aunque no nos guste, sabemos que esa persona ya no está en este plano. Así sea que la busquemos por todos lados, nuestro corazón tiene la certeza de que esa persona ya no va a volver.
El problema más grave es cuando, en esta separación, la persona no fallece… es decir, continúa en el mismo plano que nosotras pero se acaba la relación.
Por más que tu mente te diga que la relación terminó, tu corazón tiene la esperanza de que esa persona regrese. Peor aún si debes tener contacto con él/ella, ya sea por los hijos, negocios, bienes, etc. Siempre existe una “posibilidad” de continuar con lo que quedó pendiente en tu mente.
Extrañas a la persona con mucha intensidad pero a veces, se extraña lo que fue y otras lo que no fue.
¿A qué me refiero? La primera es muy fácil de identificar: extrañas la compañía, la complicidad, los momentos bonitos y felices que viviste con esa persona y de repente, te olvidas de las cosas malas. hay muchos casos de gente que fue abusada emocional o físicamente que “extrañan” a su agresor solo por los momentos felices que quizás fueron los menos. Pero al final de cuentas, si hay algo que se echa de menos.
En el segundo caso, que es el que es en verdad complicado, no extrañas a la persona o lo que viviste con ella, sino que extrañas las ilusiones que te hiciste sobre esa persona.
En algún momento de la “relación” y lo pongo entre comillas porque a veces no se llega a concretar y de todas formas se extraña, le empezamos a poner muchas ilusiones a la misma. Imaginamos un mundo perfecto donde viviremos con esa persona, seremos felices por la eternidad y nada se interpondrá entre nosotros. Si tiene algún pequeño “defecto”, seremos las encargadas de corregirlo y eso reforzará nuestra relación imaginaria.
Construimos castillos en el aire con personas que no tienen idea de lo que está pasando por nuestra mente. Puede ser una pareja, un padre ausente, una amistad, etc. Les empezamos a poner atributos que no tienen o si los tienen, no lo sabemos… además asumimos comportamientos con base en casi nula información: Si un día vimos a esa persona con un niño, en automático lo catalogamos como buen padre o buen marido, cuando lo único que tenemos de cierto es una imagen de él con un niño, sin saber antecedentes o circunstancias.
Nuestra mente es fantástica pero también muy peligrosa. Así como construye estas historias, podría construir otras, pero preferimos enfocarnos a veces en cosas que nos hacen daño y que de alguna forma nos sirven de escape de la realidad que estamos viviendo, porque no nos gusta, pero no sabemos que podemos cambiarla. Se nos hace mucho más fácil vivir en estas fantasías que afrontar que no son ciertas y que solo viven en nuestra imaginación.
Así que cuando esas personas salen de nuestra vida, extrañamos las fantasías que nosotras creamos y sufrimos un duelo exactamente igual al de una persona que en realidad falleció, pero con la agravante de que esa persona sigue viva y mantenemos la llama de la esperanza prendida.
Desperdiciamos años, añorando lo que fue una realidad solo en nuestra mente y nos hacemos daño con historias que nosotras inventamos.
No está mal extrañar a la gente. Es un sentimiento normal y perfectamente natural, al contrario, tratar de evitarlo o no sentirlo solo puede agravar el dolor y prolongarlo. Pero es importante que detectemos que es lo que en realidad extrañamos: Es a la gente, o lo que tenemos en la mente sobre ellos.
Entender claramente que es real y que es lo que nosotras contamos nos ayudará a acomodar en su sitio a las personas y a las situaciones para facilitar nuestro crecimiento personal.
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