La forma más sútil de manipulación emocional y violencia psicológica que existe, y por lo tanto, la más difícil de identificar, es el llamado “gaslighting”.
No encontré ningún nombre en español para referirse a este término, pero la descripción en todos lados es la misma: Se trata de todas las frases y acciones que ejerce una persona sobre otra para hacerle creer que está loca y que la realidad que vive es diferente, mientras por otro lado, abusa psicológica, física y emocionalmente de la segunda.
La palabra viene de una obra de teatro que posteriormente se hizo película, donde un hombre “convence” a su pareja que se está volviendo loca, cambiando cosas de lugar y disminuyendo la luz de una lámpara de gas, mientras argumenta que la luz tiene siempre la misma intensidad.
¿Te suena conocido?
El gaslighting es mucho más común de lo que piensas y de lo que se escucha y por lo tanto, identificar que vives una situación así y tomar cartas en el asunto puede llevar mucho más tiempo del que quisieras.
Frases como “eso no fue así, estás inventando”, “no me escuchaste bien”, “lo que tú dices no es cierto”, “yo quiero estar bien pero tú siempre buscas problemas” son clásicos ejemplos de la conducta manipuladora de la persona que ejerce gaslighting… estas frases y las acciones que las acompañan, van mermando tu autoestima, tu confianza y tu seguridad y te llevan a preguntarte si en verdad estás inventando situaciones y exagerando tus reacciones.
Tristemente, muchas mujeres (y también hombres) caen en la trampa del gaslighting porque no está identificado como un tipo de violencia para muchas legislaciones. Sin embargo, los efectos pueden ser igual de graves emocionalmente que recibir golpes.
El menoscabo a la autoestima es brutal. La persona manipulada empieza a dudar de su propia cordura y sus decisiones se basan en no “molestar” a su violentador. Si a esto le sumas que muchas de estas personas tienen personalidades narcisistas que no les permite reconocer la gravedad de sus acciones, la situación se vuelve aún mas turbia.
Los recursos del manipulador también pueden incluir señalar a amistades o conocidos de su víctima, como culpables de las situaciones donde estos son etiquetados como “mala influencia” con la finalidad de aislar a la persona y perpetuar el control.
¿Qué puedes hacer para identificar estas situaciones?
Primero que nada, siente tus emociones… Cuando tu cuerpo te indica que algo no está bien, es mejor hacerle caso. Si te sientes relajada lejos de esa persona y tensa en su presencia, por mucho “amor” que parezca haber, no es así.
Tu cuerpo tiene muy desarrollados sus mecanismos de protección. Cuando este se estresa o se tensa es porque está percibiendo una situación como amenazadora. Hazle caso. Tu mente te va a dar muchas razones para darle la vuelta a la situación como decirte que “antes era diferente y que puede cambiar”, “que a pesar de todo, es un buen padre y es responsable”, “que económicamente te tiene muy bien”, “que no quieres dejar a tus hijos sin padre”, “que a tu edad no vas a encontrar a nadie”.... y cualquier cantidad de excusas más… pero tu mente es tramposa… tu cuerpo siempre habla con la verdad. Siéntelo, algo te quiere decir, deja de justificar y empieza a sentir.
El segundo punto es habla con alguien más… Cuando creas que te están “haciendo ver cosas que no son”, platícalo con alguien de tu extrema confianza. Obtén un punto de vista diferente al tuyo y al de la persona que te pudiera estar manipulando. Te sorprenderá la claridad que un punto de vista objetivo te puede aportar.
Si estás en una situación donde ya te encuentras alejada de tus amigos, familiares, no sales y crees que estás sola… busca ayuda en línea. Hay muchas comunidades especializadas en asesoría emocional y psicológica (incluso legal si es que lo requieres) que pueden ayudarte de manera gratuita o incluso por una remuneración muy baja. Busca ayuda antes de que haya otras formas de violencia.
Es normal tener miedo al romper este tipo de relaciones destructivas, pero el miedo puede ser tu aliado. El miedo te indica que no está todo bien y que quizás lo que estás viviendo no es como te lo quieren hacer ver.
Nunca debes sentirte temerosa de expresar lo que sientes o lo que piensas, independientemente si la otra persona está de acuerdo o no. Eso debe ser respetado. Si tú me dices que no te gusta el chocolate pero a mi me encanta, debo respetar tu opinión aunque no esté de acuerdo con ella; pero bajo ninguna circunstancia debo hacerte sentir que estás loca o que eres una tonta por no compartir mi gusto. Eso está mal bajo cualquier circunstancia (y lamento decirte, pero casi no me gusta el chocolate… jajaja)
El paso más importante es que no tienes porque, en ninguna situación, necesitar la aprobación de alguien más. Lo que sientes, piensas, opinas y crees es SIEMPRE válido, y si esto no es aceptado es problema de la otra persona, no tuyo. Mientras no dañes a los demás y al medio ambiente, eres libre de creer lo que quieras.
Establece tus límites sobre lo que estás dispuesta a aceptar y las críticas u opiniones que pueden servirte. Ninguna pareja, amistad, jefe u otra persona tiene derecho a menospreciarte por como piensas o sientes. Si lo hacen, puedes decir qué es lo que estás dispuesta a negociar y cuáles son tus opiniones que no son negociables.
Que nadie apague tu luz con sus comentarios. No estás loca, y si lo estuvieras, tienes derecho a ser una loca auténtica y feliz.
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