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"Lo único que estaba mal en mi, era la creencia de que había algo mal en mi" -Glennon Doyle-

Una perspectiva refrescante sobre quienes somos y las cosas que nos pasan es preguntarnos ¿Qué pasa en mi? De esta forma abriremos la puerta a respuestas sanas e iluminadoras.

 

Usualmente cuando vivimos una serie de situaciones complejas o retadoras, tendemos a preguntarnos ¿Por qué a mí o qué está mal en mi? Como si las razones por las que estas cosas fueran totalmente responsabilidad de nosotras.

 

Aunque sí, hay un componente de esto que es importante, también es cierto que no todo lo que pasa está bajo nuestro control. Como hemos platicado, para coincidir con alguien o con algo hay una cantidad infinita de circunstancias que se juntan para que esto pase. Así que no hay mucho que hacer ante acontecimientos inesperados. Sin embargo, lo que sí está en nuestro control es justamente la forma en que respondemos a los sucesos y también los aprendizajes que podemos obtener de ellos.

 

Cuando te preguntas ¿Por qué a mi? automáticamente asumes que hay un destino fatal y absoluto que te controla y que determina todo lo que te va a pasar. Honestamente creo que esa es la forma más egocéntrica de ver las cosas, aunque parezca lo contrario.

 

Cuando creemos que lo que nos pasa es porque el Universo, Dios, el destino o quien sea en quien creemos nos está castigando o nos está fastidiando es porque necesitamos la atención de los demás y la única forma que nos parece normal es hacernos las víctimas.

 

Al victimizarnos, también podemos eludir la responsabilidad de nuestros actos porque ese poder se lo damos a la fuerza superior que decimos que está confabulando en nuestra contra. Como si alguien allá afuera tuviera la dedicación para seguir cada una de las cosas que hacemos con la intención de arruinar nuestra vida y nuestros planes.

 

También puede que creas que no te haces la víctima, pero tampoco te sientes merecedora de las cosas buenas que te pueden pasar. Algo en el fondo de tu corazón no termina de confiar plenamente en tus capacidades, conocimientos y habilidades, y entonces surge la duda del por qué a mi…  

 

No importa el nivel social, los ingresos, los estudios… es casi un hecho que todas las mujeres en algún momento dudamos de nosotras mismas. No nos hemos acostumbrado a ver nuestro propio potencial y sobretodo, a creer en él.

 

Cuando empezamos a cambiar las preguntas, también las respuestas que nos llegan son mucho más iluminadoras y diferentes. Empezamos a ver cosas que no habíamos considerado.

 

Preguntar ¿Qué pasa en mi? tiene que ver más que el hecho de identificar cómo te sientes con las situaciones en lugar de identificar si hay algo malo en ti…. cuando te preguntas ¿Qué pasa en mi? debes hacer referencia a qué te está pasando en el cuerpo, en la mente y qué es cierto de todo esto.

 

En ocasiones sentimos que el mundo se nos viene encima pero es realmente una combinación de varios elementos. Por supuesto que no niego que nos pasen cosas malas, pero si a esto le sumamos nuestras emociones, más nuestra baja autoestima, más el drama, más el hecho de que no nos gusta hacernos responsables de nosotras mismas, la combinación se vuelve caótica.

 

La primera respuesta a  ¿Qué pasa en mi? no debería ser bajo ninguna circunstancia “Es que estoy mal” o “Hay algo malo en mi”. La respuesta debería ser “Se siente en la cabeza, en el corazón, me está pasando eso, me siento triste”... y toda una serie de respuestas de EXPLORACIÓN sobre lo que podemos hacer sobre esa situación en particular.

 

¿Qué pasa en mi? debería ser la forma en que nos ubicamos ante la situación que se nos presenta; es decir, como me siento ante esta circunstancia, cómo pretendo enfrentarla, qué recuerdos me trae.

 

La verdad es que pocas veces buscamos preguntarnos cómo nos sentimos e inmediatamente recurrimos al reclamo o a la posición de víctima. Así, como comentamos antes, evadimos la responsabilidad o se la endosamos a alguien más.

 

Tenemos que ser más curiosas sobre lo que pasa en nuestra cabeza y en nuestro cuerpo en cada momento. Deberíamos practicar con más detalle la atención plena empezando por nuestro cuerpo: Cómo se siente, cuándo está cómodo, cuándo se siente  tenso o estresado y con ello empezar 



 

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