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"Lo único que estaba mal en mi, era la creencia de que había algo mal en mi" -Glennon Doyle-

A veces parece tan difícil poder sobreponerse a los problemas que nos cuestionamos tantas y tantas cosas cuando estamos pasando por una mala racha ¿Estaré haciendo bien? ¿En qué momento se me ocurrió tomar esta decisión? ¿Y si dejo todo y me voy lejos?

 

Por nuestra mente pasan gran cantidad de pensamientos y casi todos tienen un tinte apocalíptico donde, no importa que hagamos, terminamos mal: pobres, sin casa, muertas de hambre, solas y debajo de un puente lleno de ratas. La tragedia parece perseguirnos inevitablemente.

 

Las decisiones que tomamos son pésimas (aunque en ese momento pensemos que son las mejores) y vamos cavando unos pozos sin fondo horribles… pero la buena noticia es que todo esto normalmente solo pasa en nuestras mentes.

 

Perdemos la confianza en nosotras mismas y parece que nunca vamos a ver la luz de nuevo…

 

Sin embargo, en estos momentos de más confusión olvidamos algo que tenemos y es una conexión permanente y directa con la Fuente Creadora Divina. Aunque no lo podamos ver.

 

Pero si tenemos esta conexión ¿Cómo es posible que nos vaya tan pero tan mal? Bueno, también olvidamos otra cosa y es que tenemos el dichoso “libre albedrío” que podemos definir como esa cosa rara que nos hace pensar a veces que es más una carga que una bendición porque el tal “libre albedrío” no es sólo poder tomar nuestras propias decisiones, es también (y esta es su característica más importante) tener que vivir con las consecuencias de esas decisiones, y estas consecuencias pueden no siempre ser muy gratas.

 

Estos dos conceptos: la conexión con la Fuente Creadora Divina y el libre albedrío son justamente la imagen que dan título a este blog: raíces fuertes, tronco flexible.

 

Estos dos conceptos están íntimamente ligados porque la conexión con lo divino es lo que nos permite ser flexibles. Y no, no estoy desvariando. Permíteme explicarte:

 

Esta conexión con lo divino es inamovible. Es decir, que aún cuando hagamos todo lo posible por negarla y  nos quejemos de ella, no podremos hacerlo. Venimos de ahí y regresaremos a ella cuando se acaben nuestros días en este plano. No importa el nombre que le des: Dios, Prana, Luz, la Fuerza, etc. Todos tenemos esa energía en nosotros, somos parte de ella.

 

Todas las filosofías espirituales y religiosas de este mundo hablan justo de la conexión con algo más grande que nosotros y la forma en que se manifiesta este vínculo es a través de nuestro propósito y  misión de vida. 

 

Todos venimos a ser felices en este plano, ese es nuestro propósito y nuestra misión es la forma en que lo lograremos. Algunos lo harán a través de la paternidad o la maternidad, otros a través del servicio, algunos más a través del arte… ese propósito y esa misión no vienen de nosotros, vienen de la conexión que tenemos con la energía divina. De alguna manera, estos dos componentes de la conexión constituyen nuestro destino.

 

Pero el destino no es que el día martes 25 de abril de dosmil y cacho nos va a caer un rayo, nada que ver… el destino es tener la capacidad de tomar nuestro propósito y misión e irlos moldeando y creando a través de nuestro paso por esta vida, con errores y aciertos… y ahí es donde entra el libre albedrío.

 

Cuando somos capaces de tomar decisiones y VIVIR con sus consecuencias es cuando completamos nuestra imagen del árbol con raíces fuertes y tronco flexible. Podemos ir ajustando el camino o cambiarlo totalmente; podemos tomar decisiones, aprender de nuestros errores y vivir con las consecuencias porque sabemos que la conexión que tenemos con algo superior a nosotros no se va a ir sólamente porque nos equivocamos; al contrario, cuando nos equivoquemos tendremos la oportunidad de mirar al interior, a esas raíces, reconectar con lo divino, aprender algo de todo ello y salir fortalecidas de cualquier situación.

 

Muchas personas encuentran a Dios en sus momentos más oscuros porque, como ya dijimos, esa conexión no se va con los errores, al contrario. Esta conexión nos sostiene y nos contiene en los momentos más oscuros.

 

Lograr confiar plenamente  en lo que tenemos en nuestro interior y en que tenemos la posibilidad todos los días de elegir, sin importar cómo califiquemos esa elección, nos permitirá completar nuestro destino, es decir, ser felices (que es nuestro propósito) y hacerlo como nos gusta (que es nuestra misión de vida)

 

No debemos tener miedo a las situaciones complicadas como las que describí al inicio, a lo que debemos tener miedo es a no seguir avanzando; lo que mas nos debería aterrar es perder la capacidad de elegir que, si me perdonas la analogía, es una forma de esclavitud mental y física. 

 

La gente queda devastada cuando pierde la libertad porque eso significa que todos sus días van a ser iguales y va a perder la capacidad de hacer cosas nuevas o retadoras que son el alimento del espíritu. Cuando dejamos de elegir, empezamos a morir, porque perdemos la esperanza.

 

Mientras que puedas equivocarte quiere decir que también puedes acertar, es decir, que puedes elegir. Y si puedes elegir, quiere decir que puedes trascender las consecuencias de las decisiones que tomes, que como ya vimos, es tener libre albedrío…. y finalmente si tienes este libre albedrío puedes cumplir tu destino que está conformado por tu propósito y misión de vida.

 

Cuando logras tu destino, regresas a la Fuente Creadora Divina, te conectas realmente con ella; te vinculas con tus raíces fuertes. Y todos los árboles con raíces fuertes dejan un legado.

 

Este círculo virtuoso mágico no está exento de fallas y errores, todo lo contrario es un laboratorio donde el ensayo y error son permitidos y además, son deseables, porque cada vez que nos equivocamos tenemos la oportunidad de repetir la lección y tomar mejores decisiones para con ello, aceptar mejores consecuencias en nuestras vidas.

 

Así que mantén tu conexión siempre con lo divino para fortalecerte y también para volverte más flexible. Ahí es donde sucede la magia y se  manifiestan los milagros.



 

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